El mandato era sencillo. Acompaar a los soldados romanos y al traidor para identificar al blasfemo, deternelo para el juicio y la indudable ejecucin. Ninguno de los soldados haba visto la mano del discpulo entrar en la tnica hasta que sali la reluciente espada hacia su cabeza y aunque se agach no fue lo suficientemente rpido. El dolor excruciante asaltaba sus sentidos mientras sangre sala de la herida donde antes estaba su oreja que haba sido cortada. Entonces ocurre algo increble, el hombre a que estaba siendo arrestado rpidamente recogi la oreja y la restaur al lugar donde estuba. Mientras los soldados quedaron atnitos, el hombre se acerc a el y entonces... bueno, el dolor haba desaparecido y la sangre dej de salir. Era un sueo? Nadie quizo reconocer lo que haba ocurrido. De hecho, Caifs ordern que este hecho jams fuera revelado con ameneza de muerte. No obstante, la vida de Malco jams fue la mismo y su historia ser contada.